Memorias de Barro y Oro

Una profunda reflexión sobre un proceso personal de sanación y transformación, en el contexto de mi emigración.

El elemento central, una taza rota y reparada mediante la técnica del Kintsugi, un arte japonés que utiliza oro para unir las fracturas, simbolizando no solo la reparación, sino la belleza en las cicatrices, no es un simple objeto, sino un autorretrato simbólico, donde las grietas doradas representan un proceso de reconstrucción emocional que concluye en la transformación de mis propias heridas en algo valioso.

El nido de hornero sobre el que se apoya la taza alude a mis raíces en Argentina, mi infancia y los recuerdos de la casa del campo de mis abuelos. El hornero, un pájaro nativo que construye su nido con esmero y perseverancia, es un símbolo de mi pasado firme y protector.

Sin embargo, con la taza rota y reparada en el lugar donde debería estar el nido introduzco una metáfora de renacimiento personal, donde la fragilidad de la taza refleja mi propia vulnerabilidad, pero también mi capacidad de superar el dolor y transformarlo.

El dorado del Kintsugi no solo repara, sino que embellece, simbolizando al amor encontrado en España que ha tenido un papel crucial en mi sanación y crecimiento. Este amor es el material dorado que me ha permitido cerrar las heridas del pasado y reparar las rupturas causadas por la experiencia migratoria.
Así, esta obra no solo es un reflejo de mi pasado e identidad, sino también un homenaje al poder del amor que me acompañó en esta transformación y puso belleza donde antes había fracturas y dolor.

Con la composición visual entre el nido y la taza establezco un diálogo entre el pasado y el presente, entre la firmeza de mis raíces y la fragilidad transformada de quien ha encontrado una nueva identidad en la distancia.

Desde una perspectiva estética y semántica, "Memorias de Barro y Oro" expresa de manera poética la idea de que, a través del dolor, la migración y el amor, las cicatrices pueden convertirse en un símbolo de fortaleza y belleza.